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Mendoza: entre la joda y el quilombo

La provincia transandina muestra dos caras: una en la que los mendigos y los problemas económicos se multiplican, y otra donde los locales nocturnos no cierran y permanecen llenos.

Según los mendocinos esto se debería a que la crisis ha convertido a esta localidad, en un lugar donde sólo existen dos clases sociales: los muy ricos y los muy pobres.

por María Cecilia Olmedo, desde Mendoza
"Ustedes deberían mandarnos a Pinochet para acá, porque él sería el único capaz de arreglar el quilombo (caos) en el que se ha convertido este país…". Así resume Santiago, taxista de la provincia, la manera en la que se podría salir de la actual y precaria situación mendocina.

También relata a The Moroso que la delincuencia ha afectado poderosamente a la región, e incluso hace menos de una semana han matado a una joven en los márgenes de la ciudad. Al igual que en todo el país, la situación se ha hecho insostenible, pues falta trabajo y la hiperinflación elevó los precios de los productos en, al menos, un cien por ciento.

Para los habitantes de Mendoza las razones de lo que están viviendo son básicamente dos: la acelerada y desproporcionada privatización de las empresas estatales y, la más grave, la corrupción política en la que Argentina se encuentra inmersa desde los gobiernos de Raúl Alfonsín y Carlos Menem. Así lo enfatiza Alejandra Campagna, profesora de educación física y especialista en fisioterapia.

Siguen los problemas, aumenta la decepción

Alejandra vive con su pareja, Gerardo, quien tiene un negocio textil de artículos de baño y cama. Además cuentan con algunos departamentos que arriendan a los turistas que llegan a Mendoza, ingreso extra que los ayuda a subsistir, ya que la tienda de Gerardo está a punto de quebrar y el sueldo de profesora no alcanza para mucho.

"Los departamentos son una inversión, ya que con la inestabilidad económica que existe acá, tener plata en los bancos es un riesgo, pero las propiedades no te las pueden quitar…", explica Alejandra, mientras mira fijamente los diarios que hay sobre la mesa del café en el que nos encontramos, los que hablan de una nueva forma de delincuencia que se ha desatado en la provincia: los secuestros.

De pronto levanta la vista y sonríe, comienza a explicar lo maravilloso que era antes todo: "nosotros viajábamos constantemente a Chile y encontrábamos tan extraño que ustedes no compraran compulsivamente en Falabella, te juro que no lo podíamos entender. Todo era tan barato, yo llegaba acá llena de ropa y no entendía por qué ustedes no se compraban todas esas cosas lindas que tiene allá. No te imaginás cómo los entiendo ahora…"

Gran parte de las negocios mendocinos han cerrado, pues no tienen la posibilidad cierta de seguir existiendo debido a que no reciben apoyo del gobierno y además la población no puede acceder a los productos que ofrecen. Las empresas extranjeras son las únicas que se mantienen en pie y las nacionales que cuentan con algún tipo de contactos dentro de las cúpulas políticas.

Metro, una de las cadenas importantes de supermercados de Mendoza, debió cerrar en junio de 2002, ya que no pudo con la competencia y fue comprada por la empresa extranjera Carrefour, que también entró a Chile hace dos años a competir con el resto de las cadenas de supermercados.

Otros de los problemas que tiene esta provincia son el aumento de los costos de producción y el riesgo latente de que se desate una crisis de mayores proporciones. Este temor ha llevado a algunas empresas a cerrar sus filiales en la zona, provocando mayor desempleo. Es el caso de Coca-Cola, que dejó abandonada la embotelladora que funcionaba en la provincia, dejando a miles de personas desocupadas.

Esto no sólo ocurre con los grandes negocios. Rolando Amaya, de 23 años, explica a The Moroso que su papá tenía un restaurante, "Los Chicos", a dos cuadras del Shopping Mendoza, que está a unos 20 minutos del centro de la ciudad, pero que por la crisis debió cerrar hace un mes y que ahora funciona en su casa, pero como reparto de pollos asados a domicilio.

La juventud mendocina no ve la situación muy distinta, y para muchos la única opción es salir del país a buscar trabajo. Es el caso de Gastón Gómez, estudiante de Odontología de la Universidad Juan Agustín Maza, quien baraja como opción congelar la carrera durante el segundo semestre, que comienza en agosto al igual que en Chile, para irse a Estados Unidos, donde tiene un amigo que le puede conseguir trabajo. El único problema es que debe juntar cerca de mil dólares para pagar su pasaje de avión.

Precios y cambios

Si bien para los turistas viajar a Mendoza es muy barato, para los argentinos el costo de vida se ha duplicado, y hasta triplicado. Un ejemplo claro lo da Gastón: "yo estudio en una de las facultades (universidades) privadas de acá, y tengo que pagar 58 pesos mensualmente y la verdad es que ya no me alcanza".

Un peso argentino equivale a 212 pesos chilenos, por lo que -haciendo el cálculo- Gastón debe pagar cerca de doce mil pesos chilenos, lo que parece poco en comparación con los aranceles que cancela un estudiante en una universidad chilena, sea privada o estatal. Pero no se debe dejar de lado que así como los productos para satisfacer las necesidades básicas han aumentado, los sueldos, a su vez, han decrecido.

En uno de los mini market del centro de la ciudad, que al contrario de los supermercados han proliferado, una cliente se queja de que hace seis meses un atado de espinacas le costaba 75 centavos y ahora vale dos pesos. Así, ejemplos sobre cómo han subido los precios en Argentina y, específicamente, en Mendoza, se pueden encontrar por montones.

El miércoles 17 de julio se comunicó a los empleados fiscales de Mendoza que sus sueldos estaban retenidos y que no serían pagados en las fechas previstas, debido a un embargo a los fondos del gobierno que están en el Banco Nación. Esto ocurrió luego de un fallo del Juzgado Civil número 15, que pretendía sancionar a la administración provincial por el recorte de sueldos que realizó el año pasado a los funcionarios del Poder Judicial. Así, profesores, policías y trabajadores de la salud, entre otros, debieron esperar más de una semana para recibir sus salarios.

Otra de las situaciones que decepcionan a los mendocinos, y que por estos días es materia de debate, es la implementación, por parte del gobierno local, de un documento o bono que viene a engrosar la lista de papeles de cambio monetario. Además de los ya conocidos Patacón y Lecop adoptados por el Gobierno Central como formas de pago, y que vendrían a suplir el papel moneda, los mendocinos se deben enfrentar también a los Petromes, respaldados por las petroleras.

Estos, al igual que los otros documentos de pago, tienen la equivalencia de 1 peso 1 petrom, pero sólo pueden ser utilizados dentro de Mendoza, y se instauraron a principios de julio. Primero fue una marcha blanca, pero en vista de la negativa de muchos comerciantes para aceptarlos, el lunes 23 de julio, el gobernador de la provincia dictó una ley según la cual ya nadie puede rechazar que se le cancelen los productos con ellos.

Una crisis que parece no ser tan crítica

Llama poderosamente la atención que entre las quejas y la rabia por la situación reinante, también se viva en Mendoza un ambiente de constante celebración. Locales nocturnos repletos, y no de turistas, de lunes a lunes. Gente comiendo en restaurantes, en cafés y bares que permanecen abiertos toda la noche. Al parecer a los mendocinos les afecta la crisis en el consumo directo de bienes y servicios básicos, pero no para vivir la bohemia a sus anchas.

Los dos mall que existen en esta provincia argentina, el Shopping Mendoza y Palmarias, también están siempre repletos, y los locales de comida rápida muchas veces no dan abasto. Al preguntarles el porqué de esta contradicción, las clases de respuesta son dos y van a depender del lado político al que pertenezcan quienes responden.

Los partidarios de Menem aseguran que el problema de Argentina es la mala administración de los recursos. "Éste es el único país del mundo donde un lingera (cartonero) se come un asado todos los fines de semana. Acá, por cada habitante, hay siete novillos que se pueden consumir en un año, además de la cantidad de trigo y otras cosas que se producen…", explica Ricardo Amaya, quien insiste en que en Argentina nadie se muere de hambre y que son otras situaciones las que los afectan.

Para el resto, el problema está directamente relacionado con las privatizaciones y con la corrupción. Recalcan que pese a lo que se puede observar a simple vista en el centro de la provincia, es en los márgenes de ella donde viven los verdaderos pobres, esos que están apostados en las calles céntricas, mendigando o entrando a los locales de comida a vender dulces y flores.

Pero lo extraño de estos mendigos o vendedores callejeros es que no tienen ni la menor semejanza con los que se pueden encontrar en Chile. Sus ropas están totalmente limpias, en las noches de frío su vestimenta parece más abrigadora incluso que la de los turistas, y su lenguaje no se diferencia en lo absoluto del resto de los habitantes mendocinos, entre otras características.

Alejandra y Gastón explican este fenómeno de la misma forma: En Mendoza no había pobres antes de la crisis. Había dos estratos sociales, los de clase media que vivían bien y los de clase alta que vivían mejor. Ahora estos dos estratos se distanciaron y pasaron a convertirse unos en ricos (muy ricos) y otros en pobres.

"Con todo esto han surgido formas de delincuencia que antes jamás imaginamos. Por ejemplo, en el sector de Guaymallén (ubicado a unos 40 minutos del centro en micro), se robaron las líneas telefónicas para vender el cobre con el que están fabricadas", cuenta Gerardo, pareja de Alejandra.

Pero a pesar de la crisis y de todas las quejas, en Mendoza al menos, la vida nocturna parece no terminar. Ricos y pobres se reúnen en torno a la joda (fiesta, baile, amigos y alcohol) y esperan anhelantes que las próximas elecciones de Presidente, adelantadas para marzo del próximo año, les entreguen gobernantes capaces de sacarlos de la situación actual y eliminen definitivamente la corrupción política, que ven como el mayor y determinante motivo de la crisis en la que se encuentran.