MICROEMPRESA
Los cartuchos se pueden vender
El recorrido del futuro empresario
Corporación Cultural Balmaceda 1215:
Por amor al arte

Balmaceda 1215 nace en 1992, bajo el alero del Ministerio de Educación, para dar espacios de esparcimiento y formación a los jóvenes de Santiago. Hoy tiene sedes en Lota y Valparaíso.

La Corporación ha intentado infructuosamente llamar la atención de la empresa privada para llevar adelante su tarea de difusión cultural. La respuesta ha sido particularmente pobre.

por Diego Zúñiga

En septiembre cumple diez años. Ha realizado cuatro concursos de bandas jóvenes de rock, con singular éxito. Tiene cinco áreas permanentes, y unos veinte talleres. Decenas de reputados artistas han hecho clases en sus añosos salones. Veinte mil jóvenes han aprendido algo de la vida en su vetusto edificio. Cifras. Pero en Balmaceda 1215 no sólo hay números. También hay historias.

A José Mateluna le cambió la vida su paso por la Corporación. A punto de egresar de cuarto medio del Instituto Nacional en 1997, su futuro se veía particularmente confuso. Sus preferencias académicas deambulaban entre carreras tan dispares como Arquitectura, Psicología y Veterinaria. Al final entró a estudiar Diseño a la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM), pero desertó al año.

Se tomó un período sabático, para repensar su porvenir, y entró a Balmaceda 1215 a aprovechar su tiempo. Eligió el taller fotográfico: "Ahí fue el clic, definitivamente. El que ahora estudie Fotografía en el (Instituto) Arcos se lo debo, absolutamente, a Balmaceda, y al profesor Jorge Aceituno, en especial".

Como a todos, a Mateluna siempre le gustó tomar fotos, pero nunca pensó que esto podría transformarse en su pasión. Hoy hace la práctica en Chile.com, tiene a su cargo unas ayudantías en su Instituto y baraja varios proyectos de trabajo.

En cierto modo, este caso refleja el objetivo que se fijaron los encargados de Balmaceda 1215 el día en que pusieron a funcionar esta iniciativa. La principal meta era ofrecer talleres a jóvenes en riesgo social de entre catorce y 21 años, de clase media y media baja, con el fin de acercarlos al arte y permitirles demostrar habilidades creativas. Y todo, por una inscripción de 800 pesos, que sirve para hacer la "caja chica".

Para Sebastián Beckmann, encargado de prensa de la Corporación, estos objetivos se han logrado totalmente. Prueba de ello no son sólo los más de 20 mil jóvenes atendidos en estos diez años, sino también el que hoy cuentan con cinco áreas (plástica, música, danza, teatro y literatura), que entregan unos 20 talleres trimestrales, con los que llegan a unos tres mil jóvenes anualmente.

Si entre esos tres mil aparece algún chico especialmente dotado para las artes, que desee estudiar una carrera ligada a ellas y no tenga recursos, Balmaceda tiene la solución: la Beca de Estudios Superiores Artísticos, que dispone de un fondo de 13 millones de pesos otorgados por la Fundación Andes.

En este tiempo, gracias a una adecuada gestión de los fondos otorgados por el Ministerio de Educación y a que en 1996 se convirtió en una corporación de derecho privado -lo cual le permitió acceder a auspicios-, Balmaceda cuenta con un moderno estudio de grabación musical, un centro de extensión en la Quinta Normal y varias compañías artísticas, además de dos sucursales, en Lota y Valparaíso. Pero claro, no todo es tan fácil.

Lamentablemente, el público objetivo de este centro cultural no es el que entusiasmaría a un empresario: jóvenes, de escasos recursos, medio artistoides… Todo lo que un publicista odiaría.

No sobra, pero alcanza

En septiembre del año 2001, la derecha, personificada en el senador de la Unión Demócrata Independiente (UDI), Jovino Novoa, fustigó al gobierno para que evitara los gastos superfluos en tiempos de crisis, incluyendo entre esas "vacuidades" a la ciencia y la cultura.

Este tipo de declaraciones no es un aporte a causas como la de Balmaceda, que deben lidiar con la indiferencia de las empresas ante iniciativas que no son muy rentables.

Su producto de mayor resonancia es el "Festival de Bandas Jóvenes". Este año participaron 250 grupos musicales, que aspiraban al premio mayor de una batería completa y a la grabación de un CD de edición limitada. Para el espectáculo final invitaron a Papa Negro y Chancho en Piedra, dos bandas con arrastre masivo. Sin embargo, la realización de uno de los chiches de Balmaceda estuvo en entredicho hasta el final:

"La verdad es que cuesta mucho que la empresa privada se ponga con dineros frescos, y no ha sido nada de fácil conseguir auspiciadores para el festival de bandas jóvenes", explica Beckmann a The Moroso. Muchos de los que finalmente accedieron a ayudar lo hicieron mediante canjes: "Por ejemplo, Correos de Chile se pone mandando las invitaciones y El Mercurio con difusión y algunos avisos", agrega Beckmann.

Nuestro interlocutor es más explícito aún: "No te podría decir que contamos con el apoyo irrestricto de la empresa privada, porque no lo tenemos". Eso queda más claro en el detalle del financiamiento del año 2001: más del 70% de los ingresos vienen de organismos estatales, como la Intendencia de la V región -para la sede de Valparaíso-, la CORFO o el Ministerio de Educación, que pone la mayor cantidad del dinero.

Beckmann no tienen piedad con el lector, y desmenuza las carencias de la Corporación sin asco: "Nosotros estamos bien apretados de plata, ésa es la verdad, porque quisiéramos hacer muchas cosas, pero no podemos. Bastantes proyectos han quedado truncos por falta de fondos".

Incluso los profesores, entre los que se han contado el actor Luis Dubó y el fotógrafo Jorge Aceituno, entre muchos otros, deben poner de su propio bolsillo para cubrir las carencias del centro cultural.

Mateluna cuenta, por ejemplo, cómo Aceituno prestaba su laboratorio para realizar trabajos que quedaban a medio terminar en Balmaceda. Si bien reconoce que los problemas se han ido solucionando, asegura que cuando él estudió allí no había ampliadoras, que son indispensables para la finalización del trabajo de revelado de una foto.

Y es que muchas veces estos profesores realizan sus clases en Balmaceda con un claro fin social. Beckmann afirma que "a algunos escritores jóvenes, como la Alejandra Costamagna, que no tiene necesidades económicas, les encanta hacer clases acá, porque hay una cuestión de retribución espiritual".

Tanto Costamagna como Aceituno son además profesores de la Escuela de periodismo de la Universidad de Chile.

El sueldo de los profesores bordea los 100 mil pesos. Está claro que nadie se hará millonario con esta causa. Este punto también lo rescata Rodolfo Plaza, estudiante de Pedagogía en Castellano en la Universidad Cardenal Silva Henríquez quien asistió a los talleres de poesía el año pasado.

"Los profes van para sentir la retroalimentación de los alumnos. Y como las instalaciones son cómodas y el ambiente grato, es posible hacer buenas cosas allí". El que los chicos puedan compartir con personajes fogueados es también un punto a favor para Plaza. "Los tipos que hacen clases saben, y se nota. Están capacitados y te hablan de tú a tú. Eso facilita la enseñanza y hace mucho más personalizada la educación".

A pesar de las múltiples pellejerías vividas a diario en Balmaceda 1215, las sedes regionales, autónomas económicamente, han logrado posicionarse tanto como su casa matriz capitalina, donde actualmente se preparan para celebrar su décimo aniversario como corresponde.

Para esa fecha, que se festejará en septiembre, esperan contar con la presencia del Presidente Ricardo Lagos, que serviría como señal y espaldarazo ante la empresa privada. Hasta que eso ocurra, Balmaceda 1215 seguirá funcionando a punta de trueques, canjes y el mayoritario aporte estatal. Y sus proyectos truncos acumularán más y más polvo en los viejos estantes de sus oficinas. Hasta nuevo aviso.

Sitios relacionados:

http://www.balmaceda1215.cl
http://www.mineduc.cl
http://www.fundandes.cl