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Daniela Espinoza
(25) trabaja como vendedora en una tienda de ropa femenina de un
conocido centro comercial de Santiago. Su jornada laboral se extiende
desde las 11 de la mañana a las 9 de la noche, aunque debe
quedarse casi todos los días una hora extra para sacar cuentas
y preparar el local para el día siguiente. Como vive en Puente
Alto, viaja una hora y media todos los días para llegar al
mall. Daniela debe movilizarse en micro.
"Al llegar
a la casa, llego muerta", contó la joven a The Moroso.
"Lo primero que hago es sacarme los zapatos, porque como estoy
parada todo el día los pies se me hinchan mucho. Después
veo algo de televisión y me duermo". Daniela trabaja
también un día del fin de semana, así como
también la mayoría de los feriados. "En mi día
libre, que es el domingo, ya no tengo ganas de hacer nada, mi vida
familiar queda reducida a cero. No pololeo hace años y a
mis papás y a mis hermanos casi no los veo", dijo resignada.
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Cara
a cara
Tanto
los empresarios como los trabajadores coinciden en que en
Chile hay poca productividad, realidad que choca con las largas
jornadas laborales. Sin embargo, no seamos tan optimistas.
Cada sector tiene su postura frente al tema...
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No tiene contrato
ni previsión social y no se le pagan horas extraordinarias.
"Me da miedo retirarme, no sé que haría
está tan difícil encontrar buena pega por estos días",
reflexionó angustiada, tal como muchos chilenos que deben
conformarse con un empleo poco digno.
Jorge Marambio
(36), en cambio, no se lamentó de tener excesiva carga laboral.
Más bien, se quejó de perder su tiempo. Oficinista
de una empresa pública relacionada con la minería,
confesó a The Moroso que su trabajo no es fuente de mayor
estrés. "Muchas veces el jefe me asigna una tarea que
no da para más de tres horas al día". ¿Y,
entonces, qué hace el resto del tiempo?. "Veo cosas
en el computador
juego solitario, tomo café, converso
con colegas".
Jorge,
eso sí, alegó que hay poco respeto de los horarios
por parte de sus jefes. "La mayoría del tiempo las reuniones
son para después de las 7 de la tarde, cuando uno ya no quiere
más". El hombre, padre de un niño de seis años
y separado de hecho con su mujer, dijo que en esas reuniones "no
es mucho lo que se hace. No se toman decisiones ni nada, pero hay
que estar presente, disponible" . Se pierde el tiempo todo
el día, contó el oficinista, pero de todas formas
los empleados tienen que quedarse hasta muy tarde en su lugar de
trabajo.
Cansados de
que se les explote con largas jornadas laborales y choreados de
perder el tiempo en las oficinas... una realidad innegable. En ese
contexto... ¿es tan molesto un día sándwich?.
Para algunos, evidentemente, sí.
El Molesto
Sándwich
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Pese
a que reconoce que los trabajadores chilenos pasan mucho tiempo
en sus puestos de trabajo, Pedro Lizana, empresario y ex presidente
de la Sofofa, aseguró que la productividad en el país
es muy baja debido a que los empleados no se concentran en
ocupar de mejor manera su tiempo. "Son buenos para sacar
la vuelta", sostuvo. El empresario dijo que una cosa
es trabajar y otra es estar en el lugar de trabajo. "Los
chilenos gastan mucho de su tiempo en sus puestos, pero no
producen. De esa manera, alargan
su permanencia en las industrias u oficinas, ya que si trabajaran
mejor podrían salir sin problemas a las cinco de la
tarde'', reflexionó. Lizana piensa que esta poca productividad
es propia del chileno, tan bueno para sacar la vuelta. "Eso
no pasa en otros lugares, como en los países desarrollados,
donde trabajan dentro de horarios precisos y sin exagerar
en sus horarios'', reflexionó.
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El rotundo rechazo
al proyecto de ley que proponía el 20 de septiembre como
feriado legal por única vez -virtual sándwich entre
los dos días patrios feriados y el fin de semana- hace ver
que en Chile existe una tendencia a ser cada vez más trabajólicos.
Desde el Ministro de Economía, Jorge Rodríguez, pasando
por la Sociedad de Fomento Fabril (Sofofa) y la Cámara Nacional
de Comercio, hasta las agrupaciones de pequeños empresarios,
opinaron que agregar un feriado más al calendario sólo
traerá perjuicios para la economía chilena. Se calcula
que un día no trabajado cuesta al país unos 200 millones
de dólares.
"Si queremos
eliminar la cesantía y volver a crecer a tasas altas, tenemos
que trabajar más y tener menos días de vacaciones
(...) días feriados son cinco millones de chilenos que trabajan
y que no van a ir a trabajar, cualquier otro detalle no tiene comparación
con el impacto que significa para la economía un día
menos de trabajo". Esa fue la argumentación del ministro
Rodríguez para negarse a la idea de decretar feriado 20 de
septiembre.
En la Sofofa
tienen claro que un día no trabajado en el sector industrial
impacta entre un 1 a 1,5% menos en su crecimiento. Lo mismo ocurre
con la Cámara Nacional de Comercio. Su rechazo a aumentar
los feriados radica en que un día hábil menos implica
entre 0,5 a 1,0 punto porcentual de menor actividad del mes respectivo.
También la Confederación Nacional Unida de la Pequeña
Industria y Artesanado (Conupia) impugnó la idea del feriado,
argumentando que para el sector es sumamente caro tener que pagar
horas extraordinarias por un trabajo que de todas formas se va a
tener que realizar.
El 20 de septiembre
el gobierno laboró duro para poder dar pie a la ya difundida
frase con que el presidente Ricardo Lagos rechazó el feriado
extra: "En Chile, el 20 se trabaja". Por esto, convocó
ese día a las 14 horas a un consejo de gabinete, reunión
que buscaba reforzar su "trabajólico" mensaje.
Pese a la buena
disposición de las autoridades de gobierno y empresarios,
en orden a suspender por un día las Fiestas Patrias, un panorama
distinto se dio en la calle. Era absolutamente predecible. Los servicios
públicos y ministerios funcionaron como un día normal,
pero la afluencia de público fue escasa. En el sector privado,
el ausentismo laboral excedió el 62 % pronosticado por la
Asociación de Exportadores de Manufacturas, Asexma.
Santiago presentó
imágenes idílicas al comienzo de la jornada con calles
y avenidas completamente vacías y al mediodía con
mucha gente paseando, pero no trabajando, y con un bajo flujo vehicular,
tanto particular como de la locomoción colectiva.
¿De
que sirvió entonces declarar al 20 como día hábil?.
El ministro del Trabajo, Ricardo Solari, defendió férreamente
la medida argumentando que aunque ciertas actividades disminuían
durante estas fechas, "por otro lado el sector del turismo
o la gastronomía y todo aquello vinculado a las vacaciones
genera actividad, genera empleo, y genera crecimiento de la economía.
Así que hay una compensación por ese lado que muchas
veces no se ve", señaló ante la prensa.
Sin embargo,
hay otra cara de la moneda. Para el diputado Juan Pablo Letelier
(PS), quien junto a Pedro Muñoz (PPD) presentó la
moción para decretar feriado el viernes 20, el tema central
de la discusión no sólo tuvo que ver con el dinero.
"Está claro que (el 20 de septiembre) bajará
la producción pero pasará igual porque la mayoría
lo hará sándwich", dijo. Advirtió que
eso llevaría a un fuerte ausentismo laboral y a presentación
de falsas licencias. El tema tuvo solo un análisis economicista,
cuando en realidad se trataba de algo que tiene que ver con el tiempo
en familia, alegó el parlamentario.
Trabajólicos,
pero ineficientes
Está
claro que en Chile se trabaja, y mucho. Ya es lugar común
que se diga que nuestro país es donde más se trabaja,
pero donde menos se produce. De muestra, un botón: el último
informe de competitividad 2001, elaborado por el International Institute
for Management Development (IMD) de Suiza sobre la base de 49 países,
posicionó a Chile como el país en que más horas
promedio por año se trabajan en el mundo. Su lugar en productividad,
en cambio, baja al número 36 del ranking.
Incluso, Santiago
posee el récord mundial de mayor número de horas trabajadas
anuales: 2.244. Esta marca sobrepasa las horas trabajadas en Kuala
Lumpur, con 2.200. Este estudio, realizado por el Banco Suizo de
Inversiones (UBS), comparó a 58 ciudades. De él se
concluye que América Latina y Asia llevan la delantera en
cuanto a las más grandes jornadas laborales. En contraposición,
los parisinos son los que menos horas dedican al trabajo (con 1.587),
seguidos de Berlín (con 1.666) y Ámsterdam (con 1.686).
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El
presidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), Arturo
Martínez, no cree que los chilenos sean trabajólicos.
Dijo que lo que pasa aquí es que se permanece una cantidad
enorme de horas en los lugares de trabajo, pero en productividad
no se ve eficiencia. A juicio del dirigente gremial, en Chile
hay dos problemas: uno que pasa por la ausencia de capacitación
y, otro, la mala organización del trabajo, que no es
un problema del trabajador. El promedio de horas de trabajo
diario en Chile es de 12,45 y el año 99 era 11,40.
"Para nosotros lo fundamental es que se mantenga el salario
y se reduzcan las horas de trabajo. Eso es lo que ha hecho
Europa, que trabajan de 36 a 40 horas semanales y así
se podría absorber el desempleo. Pero en Chile estamos
actuando al revés'', reclamó frente a los medios
de comunicación.
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La Directora
del Trabajo, María Ester Feres, declaró que "en
Chile se tiende a valorar socialmente el sometimiento a largas jornadas
laborales, muchas veces sin justificación". Feres agrega
que los tiempos de crisis acentúan esta tendencia, ya que
durante ella las personas colocan a su trabajo como la primera,
segunda, tercera y cuarta prioridad. Aseguró, además,
que "se está trabajando en políticas públicas
y leyes adecuados a la realidad", en referencia a la tendencia
mundial de rotación de los trabajadores.
Antes, se usaba
que una persona trabajara en una empresa toda su vida. Pero hoy,
las personas cada vez cambian más de trabajo. "Tenemos
que evitar que la rotación implique precarización,
empleos de baja calidad, recursos humanos tratados como desechables
y no como aliados estratégicos en los éxitos de las
empresas", señaló Feres.
Mauricio Perrin,
psicólogo laboral del Departamento de Estudios del Servicio
Nacional de Capacitación y Empleo (Sence), indicó
a The Moroso que el alargamiento de la jornada laboral se origina
en un cambio económico estructural que ha vivido Chile en
las últimas décadas. Factores como la competencia
en un mercado global y cada vez más exigente exigen que la
productividad aumente, acelerando la jornada y el ritmo de vida.
"A esto se suma el aumento del consumismo, y una mayor valoración
del éxito y la cultura de lo inmediato", agregó
el profesional.
En Europa y
Estados Unidos se ha comprendido hace tiempo que este exigente régimen
actual hace que las personas pasen menos tiempo con su familia y
no tengan actividades recreativas y de ocio. Por esto, y también
para bajar las tasas de desempleo, Francia disminuyó su jornada
semanal a 35 horas; los italianos tienen seis horas diarias de descanso;
en Alemania, las personas tienen unas cinco horas de esparcimiento.
La productividad de estos países, es, sin duda, mayor a la
de Chile.
Para Perrin, el estrés laboral evidencia que "el largo
tiempo que se destina al trabajo es tiempo que se resta a otras
actividades, lo que empobrece la calidad de vida de los individuos
y de la sociedad en general". Esto podría llegar a explicar,
entonces, el alto índice de trastornos mentales de la ciudad
de Santiago.
Clarisa
Hardy, Directora Ejecutiva de la Fundación Chile 21, llama
a la necesidad de que en este país se dialogue sobre las
actuales condiciones laborales. "Nuestra competitividad debería
estar basada en un mejor capital humano y social y no, como ocurre
en la actualidad, en el sobretrabajo y en la extensión improductiva
de la jornada laboral", remarca.
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