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¿Más tiempo o más calidad? La eterna discusión

La lección de hoy

Aprender a aprender

¿Es competente un médico formado en la década de los 60 y que no se ha actualizado en su ciencia, para operar del tórax a un paciente el año 2002?

Capacitarse no es un rito de iniciación, sino una práctica permanente.

por Fabiola Oropesa

Treinta años de servicio es toda una vida para Ramón Luis Contreras, funcionario administrativo de Codelco División Andina, quien hace dos años se negó a jubilar y a acogerse al retiro que le ofrecía la empresa.

No estaba dispuesto a dejar su lugar que tanto sacrificio le había costado. Ramón Luis entró a trabajar en aquella época cuando el profesional se hacía en el oficio y no en el cartón de la Universidad. Con algunos cursos de contabilidad y lo demás "puro interés y capacidad", dice, se posicionó como jefe de su área.

Subir de escala le costó muchos méritos y él sabe mejor que nadie que estudiar y capacitarse no es un rito de iniciación, sino una práctica permanente.

Una experiencia básica de superación y que hoy resulta vital, no tan sólo para optar a puestos más altos sino para permanecer en el que ya se tiene. Y es que el avance de la tecnología ha cambiado las formas de producir y con ello el modo y funcionamiento del trabajo y la educación.

El sociólogo Guillermo Campero habla de rotación laboral, que también es una forma de flexibilización, y que describe el recorrido de un empleado dentro de una empresa, pasando de una función a otra distinta, teniendo para ello que capacitarse.

Una tendencia que se ha ido acentuando conforme a la velocidad de los tiempos y que puede observarse sobretodo en países como Estados Unidos, donde los trabajadores se trasladan de un lado a otro dentro de una economía que les ofrece distintas posibilidades.

Por eso para Campero ser competente en este momento no significa ahondar en un conocimiento estático, sino tener capacidad de emprendimiento. Esto es, individuos que aprendan a aprender, que no sólo desarrollen aspectos gerenciales, sino que además se preparen en estructuras que estarán permanentemente cambiando.

Pero en Chile este cambio que viene gestándose lentamente no ha sido captado en su esencia por los programas educacionales, en parte, por una predisposición cultural. "La capacidad de emprendimiento -explica el experto- tiene un componente cultural muy fuerte relacionado con el modo en que los miembros de una determinada comunidad son capaces de asumir riesgos, y en eso los hispanos somos muy adversos".

En este sentido, los investigadores del Programa de Estudios y Desarrollo (Predes) de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, indican que la instalación de un modelo polivalente -como ellos le llaman- es un proceso largo pues requiere la convicción de invertir en oportunidades cuya seguridad no está garantizada. Ejemplo de ello es Ramón Luis, que si bien perfeccionó constantemente sus capacidades, lo hizo siempre en torno a una misma meta dentro de una misma empresa y actividad. Nunca pensó en cambiarse de trabajo, siempre optó por su seguridad laboral.

Aunque la capacitación se ha transformado en los últimos años en una necesidad de las empresas para mejorar su productividad y competitividad, como una inversión que dará frutos, aún en Chile no se ha gatillado un cambio cualitativo en la forma de entender y de concebir el aprendizaje.

Algunos indicios en esta línea los ha dado el gobierno a través del Servicio Nacional de Capacitación y Empleo (Sence), donde distintos programas están a la disposición de los empleadores para perfeccionar a sus asalariados por medio de franquicias tributarias.

Pero este sólo es un comienzo, que parte del mercado ocupacional donde la variación continua del tipo de conocimiento requerido obliga a las personas a realizar procesos de aprendizaje durante toda su vida.

Más aún, algunos estudios señalan que el saber proveniente de las distintas disciplinas se renueva cada cinco años. En esta lógica, explica el Director General del Área de Educación de la Fundación Chile, José Joaquín Brunner, la obsolescencia de los títulos es inminente.

Por ello, Estados Unidos y algunos países de Europa entregan sus titulaciones que duran aproximadamente cinco años, las que deben renovarse y actualizarse constantemente.

El sistema adquiere sentido con un solo ejemplo: ¿es competente un médico formado en la década de los 60 y que no se ha actualizado en su ciencia, para operar del tórax a un paciente el año 2002? El caso es extremo pero la respuesta es no.