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Muchos esbozaron
una triunfal sonrisa, al tiempo que otros se agarraban la cabeza
con las dos manos y la sacudían como señal de incredulidad:
ante sus ojos, Mijail Gorbachov comía pizza junto a un niño
en un local de la transnacional Pizza Hut, como protagonista de
una campaña televisiva transmitida en varios países
del mundo, incluido el nuestro.
Hubo quienes
bajaron los brazos en señal de clara derrota. Quizás
Mijail necesitaba dinero y eso lo obligó a ponerse bajo las
órdenes de la filial rusa de un restaurant que clavaba una
significativa estaca capitalista en las mismas entrañas de
lo que fue, algún día, el epicentro del comunismo.
Este comercial
para la televisión es un símbolo de lo que años
más tarde se vería en las calles de Moscú y
otras del país bicontinental. Por cierto, el proceso no fue
fácil ni rápido. Las primeras reformas impulsadas
por Gorbachov se lograron a empujones y sólo con la llegada
de un líder más joven y menos contaminado con la burocracia
estatal, como el actual presidente Wladimir Putin (48), éstas
alcanzaron el apoyo popular.
Mientras en
los años 90, naciones como las latinoamericanas disfrutaron
de un periodo expansivo de sus economías, la convulsionada
y rebautizada Rusia era apenas una espectadora de la internacionalización
de los mercados mundiales. El profundo caos interno que sobrevino
a la caída de la otrora poderosa Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URSS) marginó las posibilidades
del gigante euroasiático de intervenir en el proceso globalizador.
Una década más tarde está todo "patas
para arriba". El mundo occidental liderado por Estados Unidos
es víctima de los últimos coletazos de la mayor contracción
económica que se registre en el mundo luego del Crack del
29. La nación territorialmente más extensa de la Tierra
permanece incólume gracias a la decidida conducción
económica de Putin. Apoyado en el mandato (quinquenio) que
le delegó el pueblo ruso en las elecciones del 26 de marzo
de 2000 pretende restablecer el antiguo poderío de su nación.
Desde
su primer discurso en el Kremlin, Putin anunció las grandes
transformaciones, sobre todo en el plano económico, que a
su juicio necesitaba el país para alcanzar el sitial que
antes tuvo. Iniciativa que el electorado ruso ha premiado con un
fuerte apoyo.
Para el especialista en economía rusa de Patagon, Ricardo
Kosch, la receta de este ex agente de la KGB "está en
tomar medidas muy efectivas, por duras que parezcan, lo cual a la
larga produce mayor adhesión a su persona". Agregó,
en entrevista con The Moroso, que este soporte popular permite al
jefe de Estado dar nuevos pasos hacia el desarrollo.
Entre las medidas
que el analista considera elementales está la privatización
de empresas estatales -que no alcanzó a vender su antecesor
Boris Yeltsin- y la creación de reglas claras para los inversionistas
extranjeros.
El gran tamaño
del Estado ruso es una traba a la hora de privatizar, cuestión
que se arrastra desde principios de la década pasada. A juicio
de Kosch el gobierno ruso posee una gran ventaja frente a otras
naciones en desarrollo ya que "no tiene ataduras legales que
lo obliguen a conservar el control accionario de las empresas que
venden". Un privado sólo necesita desembolsar una interesante
cantidad de dinero para obtener el control absoluto de cualquier
empresa.
Aprovechando
sus altos índices de popularidad, Putin prepara la ejecución
de su "proyecto estrella": reformar completamente el sistema
bancario ruso y hacer de él un motor que empuje la modernización
económica. Con ello conseguiría la inyección
de recursos frescos, provenientes del resto de Europa y EE.UU.,
a los diferentes sectores productivos de su país.
Para Kosch la
primera experiencia de libertad total fue un desastre y provocó
que los capitales "golondrina" huyeran durante la crisis
de 1995. Esto "se tradujo en que los rusos se volvieron a cerrar,
evitando la libre circulación de los grandes capitales que
requiere para mover su economía. Con la llegada de Putin
se da pie a una reforma más controlada y que va muy bien
encaminada", señaló el experto.
La conducción
fuerte y ordenada que lleva a cabo el ex espía genera las
confianzas necesarias para que los inversores de todo el mundo se
decidan a correr riesgos en este gigante de hielo.
Después
de todo, Rusia es el único país del mundo que además
de presentar un crecimiento sostenido, que en los últimos
cinco años alcanza el 5%, muestra un desarrollo científico
de primera línea en todas la áreas de investigación;
eso sin considerar que cuenta con una impresionante industrialización
y mano de obra calificada de acuerdo a los exigentes estándares
europeos.
Su gran variedad
en recursos naturales y un vigoroso mercado de 144,5 millones de
habitantes también ayuda a que el ingreso per cápita
ruso crezca más rápido que el de cualesquiera de sus
pares europeos.
En materia de
relaciones exteriores, el ex Grupo de los Siete (G7) que integraban
EE.UU., Japón, Alemania, Francia, Canadá, Reino Unido
e Italia, aceptó este año la plena integración
de Rusia al club. Ahora se llaman G8. Aceptar a este Ave Fénix
del tercer milenio no fue difícil para los líderes
europeos, que no quieren darse el lujo de despreciar los 309 mil
millones de dólares de Producto Interno Bruto (PIB) de su
vecino y que bien podrían revitalizar la alicaída
economía europea.
Pero no todos
los rusos se creen, como inocentes niños, el cuento de hadas.
Los sectores más conservadores que apoyan a Putin han resistido
los cambios, pues, sienten que para su país no es imprescindible
estar sentados en la misma mesa que las potencias ricas de occidente.
La respuesta
de Putin no se ha hecho esperar, y aunque otorga algo de razón
a sus críticos expone las "ventajas innegables de esta
alianza", como las califica y entre las cuales cuenta la posibilidad
de acceder a créditos en mejores condiciones, recibir expeditamente
los paquetes de ayuda del Fondo Monetario Internacional (FMI) y
negociar su deuda externa con el respaldo de sus nuevos amigos.
Lagos de
visita
El Presidente
Ricardo Lagos visitó las tierras del "milagro"
ruso. Durante la primera semana de octubre, el mandatario efectuó
una gira oficial por Rusia, Polonia y Hungría. El objetivo
del viaje fue avanzar en las negociaciones con estos países
para generar nuevos espacios a las exportaciones nacionales y de
paso con ello aumentar el empleo.
El viaje de
miles de kilómetros a bordo del avión presidencial
estuvo marcado por los conflictos con el entonces Comandante en
Jefe de la Fuerza Aérea de Chile, Patricio Ríos. Incluso
se rumoreó que el hijo del general, Patricio Ríos
Latorre, sería bajado del Boeing 737-500 para presionar a
Ríos hasta que renunciara a su cargo.
Además
de sus asesores, Lagos estuvo rodeado por un grupo de 40 empresarios
de todas las áreas económicas del país para
que buscaran, hasta por debajo de las gélidas piedras rusas,
las mejores oportunidades de hacer negocios y demostrar con ello
que la recuperación económica no depende sólo
de las condiciones externas, sino también de la iniciativa
de los empresarios.
Fue Carolina
Ruitort, directora de Pro Chile, la encargada de convencer a los
incrédulos patrones que los 3 mil 500 dólares que
debían desembolsar para obtener un asiento en el avión
más que un gasto era una inversión. Sobre todo si
se considera el potencial que ofrece el ahora expansivo mercado
ruso a un país pequeño y con una economía complementaria
como la chilena.
Para el economista
Francisco Montaner a Chile le conviene aliarse con Rusia porque
son países muy parecidos en producción. "Ambos
somos fuertes en minería, con la diferencia que nosotros
tenemos la experiencia de trabajar con los más altos estándares
de eficiencia, y la mejor tecnología disponible en el mundo",
declaró a The Moroso.
Montaner aseguró
que cualquier acuerdo minero que involucre a la Corporación
Nacional del Cobre (Codelco) "sería simplemente un paso
más". Esto porque la estatal chilena ya tiene fuertes
inversiones en manufacturas de cobre en Alemania con las cuales
satisface la demanda europea, además de la de Australia,
Inglaterra y otros países desarrollados.
El economista
destacó que Rusia es un mercado no desarrollado en muchas
áreas donde Chile puede entrar con gran fuerza. "Tienen
una gran falencia en todo lo que se refiere a infraestructura, y
como no tienen plata, el modelo que desarrolló el Presidente
Lagos cuando fue ministro de Obras Públicas les puede interesar".
Según
uno de los asesores del Presidente Lagos, la conversación
de éste con Putin durante su visita oficial se concentró
en la mínima relación comercial que existe entre ambas
naciones. "Mientras el presidente ruso le decía a Lagos
que ésta no estaba a la altura de las demás economías
mundiales, éste le contestó que el sector financiero
ruso es uno de los problemas", contó a The Moroso el
asesor.
Las importaciones
nacionales a la tierra de los Romanov alcanzaron el año pasado
apenas los 17,5 millones de dólares. Sólo 300 mil
dólares más que la importación chilena desde
Bolivia.
La fuente gubernamental
también reparó en la buena impresión que causa
a Putin la labor de Pro Chile y del sistema de Administración
de los Fondos de Pensiones que existe en el país. "Le
pareció importante poder traspasar esas experiencias a la
realidad rusa", indicó.
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Para
aplacar la oposición de aquellos que se niegan a aceptar
el modelo neo liberal, Putin acompañó cada una
de sus iniciativas económicas con otras que buscan
terminar los viejos males soviéticos. De ellos el principal
es la corrupción, que nació al alero de un sistema
que privilegió la burocracia estatal. A esto se suman
las medidas para eliminar la poderosa mafia rusa, cuya violencia
y poder económico ya estaban cruzando las fronteras.
Esta
versión eslava de la "Cosa Nostra" italiana
operó en varios mercados ilegales. Las drogas, los
autos de lujo robados en Europa occidental, las armas convencionales
e incluso las materias primas necesarias para la construcción
de armas nucleares. Según los informes evacuados por
la Central Inteligence Agency (CIA) estadounidense, una facción
de la mafia rusa estaría en condiciones de proveer
Uranio 236 a grupos terroristas islámicos en un eventual
ataque nuclear "sucio" a alguna de las megápolis
norteamericanas.
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