Aunque América
Latina ya contaba con sus propias formas de intercambio comercial,
como el trueque -al cual nuestro país no era ajeno- la historia
del dinero como tal nace el año 1749, durante el cual se
acuñó la primera moneda chilena. Esta era de oro y
ostentaba la imagen de Fernando VI, Rey de España. Pero Chile
debió recorrer un largo camino para ver esta primera moneda
hecha realidad.
En el Santiago Colonial, la escasez de circulante -traído
desde España- apremiaba, ya que presentaba un obstáculo
para establecer nuevas relaciones comerciales tanto dentro de Chile
como con el resto de los países americanos. En 1548, el Cabildo
de Santiago solicitó autorización formal para labrar
monedas en la ciudad, la que fue rechazada. Otras peticiones siguieron
los dos próximos siglos (1624 y 1730), pero ninguna de ellas
dio resultado, dado el alto costo que significaba la construcción
de un instituto emisor de dinero en el país.
Pero fue en gran parte gracias a la tozudez de Francisco García
Huidobro, inmigrante español -quien viajó especialmente
a entrevistarse con el rey Felipe V de España- que Santiago
contara al fin con su propia Casa de Moneda. El dinero chileno comenzó
a dar sus primeros pasos. Huidobro se comprometió a construir
la obra como concesionario, obteniendo a cambio las ganancias de
la acuñación y el cargo de tesorero perpetuo de la
institución. Finalmente, el año 1743, el empresario
hispano obtuvo el permiso para construirla mediante Real Cédula.
En ese entonces, la Casa de Moneda de Santiago adoptó como
ceca o símbolo propio a una "S" con una "o"
encima. Este signo ha estado presente en todas las monedas de Chile
desde la Colonia hasta la actualidad. Por ejemplo, en la actual
moneda de cien pesos se encuentra bajo el Escudo chileno.
"Un Chile Independiente"
Entre las monedas acuñadas durante la colonia, especial mención
merece el medio real de plata del año 1760. En su anverso,
esta moneda muestra dos mundos entrelazados con una corona encima
de ellos. Esta imagen posee dos pilares a cada lado, cada uno rodeado
de una cinta. En la primera de ellas se lee "Plus", y
en la segunda "Ultra", lo que en latín quiere decir
"Más Allá".
Con el tiempo, para referirse a esta moneda las personas comenzaron
a dibujar una "S" -en analogía a la cinta que envuelve
el pilar- y dos rayas "||" para referirse a los dos pilares.
Como combinación de ambos, surgió el signo "$",
utilizado hasta hoy para designar a nuestra moneda nacional, el
peso.
Con la llegada de Chile a la Independencia, las monedas debían
mostrar una nueva imagen acorde con la de una nación libre,
eliminando las antiguas efigies del rey y el escudo español.
La primera de estas monedas era el "peso de Coquimbo",
que data de 1817. Su anverso muestra la analogía de un Chile
cual volcán en plena erupción, rodeado de la inscripción
"Chile Independiente". Otra moneda de la época
mostraba a un símbolo nacional, el cóndor, rompiendo
unas cadenas con sus garras. Una nueva muestra del patriotismo reinante
de la época la encontramos el año 1844, durante el
cual las monedas comenzaron a llevar la famosa inscripción
"Por la razón o la fuerza", propia del escudo nacional.
Una
Ficha Controversial
Las fichas, como tales, existían en América ya desde
tiempos coloniales para dar el vuelto a cambios mínimos,
algo parecido a la moneda de $1 de hoy. Sin embargo, en Chile su
uso se intensificó desde mediados del siglo XIX, con el auge
de las salitreras, aunque también fueron utilizadas para
el pago de otros tipos de faenas, tales como agricultura, ganadería,
construcción y transportes.
Pero fue en las salitreras donde el uso de la ficha se hizo masivo.
Las primeras datan de 1850 y provienen de salitreras de la otrora
provincia peruana de Tarapacá. Las fichas eran comúnmente
fabricadas en delgadas láminas de bronce o cobre por la misma
empresa contratista, aunque las llegó a haber de caucho vulcanizado
e incluso cartón. La ficha salitrera servía para ser
canjeada por mercaderías básicas en las "pulperías"
o almacenes.
Esta modalidad de trabajo, que no es única de la historia
chilena, ha sido fuente de controversia, ya que una mirada plantea
que este sistema era una forma de opresión al trabajador,
dándole un mísero sueldo que apenas alcanzaba para
lo básico, no canjeable en otros lugares y a precios mucho
más altos que en el comercio normal. Otra postura, piensa
que no existía tal conspiración y que las pulperías
y las fichas eran en gran parte necesarias, dadas las condiciones
de la labor salitrera.
El historiador Ricardo Couyoumdjian, experto en historia económica
de la Universidad Católica, asegura que existen muchos mitos
en torno a las pulperías y su sistema de pago en fichas.
Un ejemplo es que los productos de las pulperías fueran más
caros que los del comercio en general. "Esto se puede explicar,
por ejemplo, por concepto de flete, de traer estos productos desde
los grandes centros comerciales", indicó el académico
a "The Moroso". Incluso, cuenta que en ciertos casos esto
era al revés: "por ejemplo, la pulpería de la
mina de cobre de Chuquicamata, era más barata que el resto
del comercio. El kilo de azúcar costaba la mitad".
Sea como fuere, las fichas representan hoy en día un importante
testimonio de la época de oro de la economía chilena.
En 1924, el Código del Trabajo, inspirado en la "Cuestión
Social", estableció que el pago de los salarios debía
ser sólo con moneda en curso legal, buscando abolir el uso
de estas fichas. Sin embargo, para esta época el sistema
de fichas y pulperías estaba prácticamente en desuso
como consecuencia de la crisis del salitre.
El Marketing de Billetes
La historia del billete chileno se remonta a mediados del siglo
XIX, cuando un inmigrante español, llamado Antonio Arcos
y Arjona quiso implantar en el país un sistema de comercio
de valores, que no era otra cosa que un banco privado emisor de
billetes. A este lo llamó "Banco de Chile de Arcos y
Compañía", fundado en 1849. Pero poco tiempo
después, éste debió cerrar debido al total
rechazo de comerciantes y público en general.
Y es este problema, el de la credibilidad, es el que cruza la historia
del billete chileno a lo largo de todo el siglo de su creación,
período que se puede calificar de "adolescente"
por la inestabilidad presente en sus muchos cambios. El público,
acostumbrado a las monedas de oro, mostraba dificultad en aceptar
los billetes como medio de pago y dudaba de su validez. Por ello,
los diversos bancos privados compitieron férreamente durante
el siglo XIX en presentar documentos de gran belleza en sus diseños,
grabados finos y colores armónicos, para dar credibilidad
al público.
Entre 1850 y 1865, dos bancos privados (Ossa & Cía y
Bezanilla, Mac Clure & Cía) comenzaron a emitir billetes
privados sin una real autorización. Para regular esta situación
y a raíz de la guerra con España, que requería
mayor cantidad de circulante, el gobierno chileno otorgó
la facultad por Ley a los bancos privados de emitir sus propios
billetes, hasta por el 150% de capital declarado. Era el año
1865.
Esta nueva normativa hizo que en el país nacieran una enorme
cantidad de bancos particulares, tales como el Agrícola,
el de la Alianza, Nacional de Chile; Banco de A. Edwards, etc. Sin
embargo, muchos de ellos eran meros proyectos de pequeños
empresarios que fracasaron en sus intentos. Ejemplo de ello fue
el "Banco de Rere", en un pequeño pueblo en Concepción
cuyos estatutos no fueron aprobados por el gobierno. Sus flamantes
directores mandaron a confeccionar los billetes a una casa inglesa
"Waterlow and Sons". Para la fecha en que los billetes
llegaron al país, el banco ya había desaparecido.
El
Billete Fiscal
Durante un breve período (1822 a 1829), en el gobierno de
Ramón Freire, hubo billetes fiscales, los que cesaron por
falta de éxito. La emisión fiscal de billetes fue
decretada en 1879, año de la Guerra del Pacífico y
perdura hasta nuestros días. A raíz de la especulación
y en una etapa histórica inestable, el gobierno había
decidido el año antes, 1878, declarar la inconvertibilidad
de los billetes. Además, destinó la emisión
de papel moneda exclusivamente al Fisco mediante Ley del 15 de Abril
de 1879. Desde ese momento, los documentos llevan en su anverso
la frase "República de Chile" y ya marca la etapa
"adulta" de nuestro dinero.
Con respecto a las emisiones privadas, el gobierno las canceló
el año 1898, dadas las diversas irregularidades que presentaron.
Sin embargo, los billetes que a la fecha de la ley estaban impresos
y/o en circulación fueron destinados al fisco con la marca
"Emisión Fiscal".
Durante el Siglo XX, el billete chileno ha visto dos grandes reformas
monetarias, adoptadas para paliar la inflación. La primera,
del año 1960, designó como nueva unidad monetaria
al "Escudo" (1 Escudo = 1.000 pesos). La segunda, data
de 1975 y marcó la vuelta al "Peso" como moneda
nacional (1 Peso = 1.000 Escudos).
Desde 1975 hasta ahora, el peso chileno es el que hoy utilizamos
diariamente. Las emisiones fiscales de billetes y monedas han mostrado
su validez general en los países del mundo, sin señas
de desaparecer. En este sentido, los aficionados numismáticos
y cartonumismáticos pueden descansar tranquilos.
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